Es viernes y tu cuerpo lo sabe

En tiempos de pandemia comprobamos que la ansiedad se siente en el cuerpo y no en la mente

Antes de la aparición del coronavirus, las redes sociales estaban plagadas de memes con la leyenda: “Es viernes y tu cuerpo lo sabe”, y se referían que después de una semana de trabajo, ese viernes a la noche compartirían un tiempo de risas, confesiones, baile y por qué no sexo. El cuerpo lo sentía, la ansiedad estaba presente. Llegó la pandemia y luego el confinamiento. Nuestro cuerpo sabía que era viernes, pero había que conformarse con ver una película, un programa de TV, un vivo por redes, leer un libro… todas actividades que se hacen desde la cama o sentados. ¿Adonde queda la ansiedad de saber que es viernes?

Lo que hemos aprendido del funcionamiento de nuestro cuerpo y mente, que, aunque haya avanzado la tecnología y las costumbres sociales, seguimos reaccionando como hace más de 50 mil años atrás. Mucha gente que hace la famosa dieta paleo, le da resultados positivos, esta dieta se basa en que antiguamente como se comía en tiempos en que el alimento venía de la caza, el cuerpo almacenaba para el tiempo en que no había alimentos, ya que el animal que se cazaba se comía y compartía en el momento. Claro, hoy tenemos desayuno, almuerzo, merienda, cena y dos colaciones, y el cuerpo sigue guardando porque nuestro metabolismo no sabe que comemos cada tres horas o menos, y eso se deposita en caderas, abdomen y todo lo que detestamos.

En fin, nuestro cuerpo no sabe que no necesita ir a cazar para alimentarse, y nuestra mente sigue reaccionando como en el pasado profundo.

Mientras el hombre de las cavernas buscaba su alimento y concentrado caminaba entre arbustos en silencio, escuchó la respiración de un tigre. En ese momento su cuerpo se prepara para huir, su pulso se acelera, se acorta su respiración, se dilatan sus ojos, el cortisol sube y empieza a producir adrenalina a destajo. Corre más rápido que Usain Bolt, y cuando el tigre se fue porque le atrajo otra presa más sabrosa, los valores de su cuerpo volvieron a la normalidad, y siguió tranquilo buscando su propia presa para alimentarse.

Al igual que nuestro metabolismo, nuestro cuerpo reacciona del mismo modo que el del hombre de las cavernas, la diferencia entre él y nosotros radica en que el único estímulo que tenía era huir de un animal salvaje. Nuestra vida está llena de “animales salvajes”. Encendemos la televisión apenas nos despertamos, los canales de noticias nos bombardean con asesinatos, robos, secuestros, protestas, la política, inflación, impuestos y como si todo esto fuera poco una presentadora en un canal de cable en medio de la sangre que salta desde la pantalla te grita ordenándote que seas feliz. Apagás el televisor, decidís tomar el desayuno en silencio y el encargado te toca el timbre avisándote que van a cortar el agua para reparar un caño, y te agrega que no sabe por cuánto tiempo vas a estar sin agua. Y así transcurre nuestra vida, entre los problemas cotidianos y los de nuestros hijos. Vivimos estresados, porque el hombre de las cavernas tenía el cuerpo preparado para sobrevivir con un estímulo de peligro aleatorio mientras que hoy tenemos estímulos permanentes, que además de algunos que mencioné ahora se suman el Covid y las Redes Sociales.

Apostamos a los ansiolíticos, es así como en Argentina entre marzo y julio de 2020 se vendieron 3.030.814 unidades, antidepresivos 2.577.592 unidades y antipsicóticos 1.604.920 unidades, todos en el mismo período. Funcionamos con químicos como si fuera combustible, y eso no debe ser positivo para nuestro cuerpo.

La ansiedad es un impulso que nos dice “no estoy seguro en este momento”, porque nuestro cerebro de supervivencia se impone a nuestro cerebro pensante, y todo se nubla y nos sumergimos en un mundo de sensaciones poco placenteras.

Si bien hoy la terapia y la medicación es lo que más se usa, es una solución que funciona hasta cierto punto, seguimos tomando ansiolíticos, y muchos como las benzodiazepinas tienen la particularidad de provocar tanto adicciones químicas como psicológicas.

Lo mejor es en primer lugar ordenar nuestra vida, evitar los noticieros catastróficos. Las situaciones estresantes del día a día no podemos evitarlas, pero sí podemos hacernos unos minutos de atención plena para bajar nuestro nivel de ansiedad. Mindfulness, la respiración es la llave de todo.

Por supuesto, cuando estamos presos de una crisis de ansiedad generalizada, no podemos exigirnos parar y respirar. Quizá debamos probar lo que hacía el hombre de las cavernas, correr, saltar a la soga, o caminar rápido, para luego sí, parar y respirar.

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About Pat Sierra 37 Articles
Periodista en Ciencia y Tecnología. Autora, Life Coach. Amo vivir en la libertad de la palabra.

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