El misterio de la casa de la palmera

En pleno barrio de Balvanera, en Buenos Aires, un petit hotel se levanta en la calle Riobamba 144, y a pesar de que hoy funciona Instituto del Pensamiento Socialista, se siente que la familia Galcerán aún se pasea por los cuartos y las escaleras

En el barrio de Balvanera, en Riobamba 144 apenas a tres cuadras del Congreso de la Nación, existe una de las casas embrujadas de Buenos Aires, “La casa de la Palmera”. Ese nombre popular se genera porque tiene una gran palmera que la caracteriza.

La casa consta de 9 habitaciones, una buhardilla, 3 baños, terraza, un subsuelo y varias escaleras dispuestas de una manera muy particular. La casa en su interior, tiene forma de laberinto.

Su historia comienza a principios del siglo XX cuando una uruguaya, Catalina Spinoza viuda del prestigioso Dr. Galcerán, la compra y se instala con sus seis hijos, cinco varones y una mujer, luego de que su esposo muriera en el país vecino por fiebre amarilla.

Catalina educó a sus seis hijos sin sacrificios ya que tenían una posición económica privilegiada, todos estudiaron. Sus hijos fueron abogado, escribano, médico, ingeniero y arquitecto mientras que Elisa su única hija mujer estudió taquigrafía y trabajó en el Senado de la Nación, siendo la única miembro de la familia que trabajaba.

Elisa, la hija mujer, era muy católica. No faltaba a diario a la misa en Nuestra Señora de Balvanera, en la calle Bartolomé Mitre y Azcuénaga, donde hoy se practica la devoción a San Expedito, mientras que sus hermanos además de estudiar tenían una vida licenciosa, se pasaban las noches entre el alcohol y las mujeres. Elisa muy molesta por ese comportamiento rezaba a diario para que sus hermanos se alejen de esa vida y que Dios los ponga en el buen camino.

Al crecer, Elisa Galcerán comienza a trabajar como taquígrafa en el Senado de la Nación destacándose por su responsabilidad, hasta que su madre Catalina Spinoza muere. El dolor de los hermanos fue tan grande que decidieron clausurar el cuarto de su madre y dejarlo exactamente igual que como ella lo dejó antes de morir.

Cuando muere Catalina Spinoza, dejaron todo el cuidado de la casa en manos de Elisa, sumado a que los cinco hermanos llevaban a sus amantes y hacían fiestas como si la casa familiar fuera un burdel, entregándose a todos los excesos conocidos y desconocidos.

Elisa se encerraba en su cuarto y no salía hasta que todas las personas que habían invitado sus hermanos se hubieran ido. En ese encierro oraba con devoción para que el comportamiento de sus hermanos cambie y se encarrilen por el buen camino.

Meses después la muerte vuelve a la casa de los Galcerán, uno de los hermanos muere en la casa por un infarto fulminante, se reúnen todos y Elisa dice que tal como fue con la madre, el cuarto del hermano que murió se debería clausurar como lo dejó antes de morir.

La decisión de Elisa es aprobada por todos, pero les llama la atención la frialdad con que ella tomó la muerte de su hermano.

Pocos meses después la desgracia invade la mansión, otro de los hermanos fallece alcoholizado. Pretendía abordar un yate de su pertenencia cuando trastabilla por su estado de ebriedad enredándose con una soga y cayendo al Río de la Plata, murió ahogado, y tal como fue con su madre y su hermano, Elisa toma la decisión de clausurar el cuarto.

Por unos meses todo estuvo tranquilo. Al año siguiente otro de los hermanos muere en un accidente automovilístico, y su cuarto también es clausurado con todas sus pertenencias.

Pasa el tiempo, pocos meses. Elisa seguía angustiada porque los dos hermanos que vivían con ella continuaban con su vida licenciosa. No dejaba de orar por ellos dos para que Dios los ponga en el camino correcto.

Fue así que uno de los hermanos estaba borracho en “Lo de Hansen”, una milonga en Figueroa Alcorta y Av. Sarmiento de Buenos Aires; por un problema de “polleras “se puso a discutir con uno de “malevos” de esa época quien le acertó una puñalada en el estómago, fue así que fallece el cuarto hermano Galcerán. Su cuarto también fue clausurado con todas sus pertenencias.

El único hermano vivo que le quedaba a Elisa Galcerán, era el médico.  Tenía un romance prohibido con una de las mucamas una inglesa llamada Mercedes White. Elisa sabía que su hermano por las noches sórdidamente se iba a la habitación de Mercedes a vivir ese amor prohibido.

Elisa escuchaba por detrás de la puerta los ayes de amor, y cada vez se ponía más furiosa.

Enfrentó a su hermano, y él a cambio le sugirió que por su frialdad sospechaba que ella estaba involucrada en la muerte de sus hermanos. Con todo el veneno en su mirada Elisa le contestó que, si sus hermanos se habían muerto había sido por ofender al Señor con su comportamiento y tenían que saldar sus deudas con Dios. Él la trató de resentida y que nunca un hombre se fijaría en ella. Se retiró a su cuarto con un portazo que retumbó en toda la casa.

Al día siguiente, encontraron al último hermano y a Mercedes la mucama muertos,  desnudos en la cama del cuarto de servicio. Elisa se convirtió en la principal sospechosa cuando las otras mucamas le informaron a la policía sobre la discusión de la noche anterior, pero como no había nada que incriminara directamente a Elisa, la policía cerró la causa, aunque les llamó la atención que en el cuarto había un brasero encendido. Si bien hacía mucho frío, nunca se dormía con eso dentro de un cuarto porque sacaba el oxígeno. La muerte de ellos fue por monóxido de carbono, y él siendo médico jamás dejaría que muriesen asfixiados.

Elisa enterró a su hermano, despidió a las mucamas y se quedó sola en la mansión. Su rutina era ir al Congreso a trabajar, hacer las compras e ir a misa.

En 1992, dejó de ir a misa y ya nadie la vio salir de la casa. El párroco de Nuestra Señora de Balvanera decidió llamarla, al no contestar pidió la compañía de un médico y se dirigió a La Casa de la Palmera. Cuando llegaron, al cura le llamó la atención cuan sombría se veía la casa, sus persianas estaban completamente cerradas a pesar de que era temprano. Abrieron la reja, subieron unos pocos escalones y golpearon varias veces la puerta, nadie respondió. Probaron abrir simplemente accionando el picaporte, y para su sorpresa la puerta estaba abierta.

Se asombraron del panorama terrorífico, no solo la casa estaba completamente abandonada, sino que estaba poblada de ratas muertas, un hedor mezclado con polvo flotaba en el aire. Decidieron subir la escalera y el cura observó que el pasamanos y la escalera tenía una gruesa capa de polvo, sin huellas. Evidentemente Elisa no había subido a la Planta Alta.

Solo quedaba inspeccionar el sótano, bajaron con temor y en un cuarto improvisado encontraron el cuerpo de Elisa, muerta, yaciendo en una cama y solo con una mesa de luz, una biblia, un rosario y un espejo.

La casa fue cerrada hasta 1997 que empezó a funcionar un jardín de infantes y escuela primaria que misteriosamente se llamaba “Puertas Abiertas” el mismo cerró en 2003, luego de sufrir un robo donde habían provocado un incendio que afortunadamente solo perjudicó uno de los cuartos.

En el 2004, el dueño que era el traumatólogo Carlos Rossi quien la recibió como herencia de su madre, ya que Elisa Galcerán al no tener herederos forzosos se la dejó a la madre del doctor Rossi decidió venderla. Hoy en día allí funciona el Instituto del Pensamiento Socialista, la redacción de “La Izquierda Diario”, es también el Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones León Trotsky, y hay un estudio de radio y televisión.

Aunque en la casona hay mucha actividad, los guardias de seguridad comentan que no se quieren quedar solos ya que permanentemente se escuchan puertas que se abren y se cierran y muebles que se corren.

Otro dato curioso: en Riobamba 143, enfrente de la casona, vivió David Tobías “Theodore” Bamberg, más conocido como el mago Fu-Manchú, un actor británico que era ilusionista. Si bien actuó en todo el mundo, los últimos años de su vida se instaló en Buenos Aires donde enseñaba magia. Aunque murió en 1974 cuando Elisa Garcerán aún estaba viva, el mago comentaba que en la casa de la palmera sucedían cosas extrañas.

¿La energía quedó tantos años encerrada en esos cuartos clausurados? Todo lleva a pensar que la familia Galcerán aún vive en Riobamba 144.

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About Pat Sierra 37 Articles
Periodista en Ciencia y Tecnología. Autora, Life Coach. Amo vivir en la libertad de la palabra.

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