Lo que el peronismo se robó (y todos sus ismos asociados)

Cuando me dicen "no son peronistas, son kirchneristas" no entienden que son lo mismo

Renuncia

Estoy viendo el alegato de los fiscales Diego Luciani y Sergio Mola del Tribunal Oral en lo Criminal Federal de CABA N°2 – Audiencia del día Lunes 1 de Agosto del 2022 | Expediente 2833 caratulado “Fernández de Kirchner, Cristina y otros s/inf. arts. 173 y 210 del Código Penal” donde se está ventilando todos los delitos de la obra pública de los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Elisabet Fernández vda. de Kirchner.

Es espeluznante las empresas que se llevaron puestas, las personas que no les importaron, amenazas, muertes, robos.

El modus operandi no difiere de la actitud que el peronismo siempre tuvo. El gen del terror implantado en Cristina Fernández de Kirchner de su admirada Eva Perón, nos muestra como la maldad puede crecer día a día.

Juan José Sebreli (Crítica de las ideas políticas argentinas, Sudamericana, Buenos Aires, 2002) la describe de la siguiente manera:

Perón podía inclinarse más hacia el lado conservador, en tanto le reservaba a Evita el revolucionario (…) Mientras Perón, como jefe de Estado, burocratizaba y rutinizaba (sic) su carisma revolucionario del 17 de octubre, la manera jacobina plebeya sobrevivía en la persona de Evita, que podía tomarse esa libertad por no estar institucionalizada. Esa postura acercaba a Evita al fascismo, en el sentido en que éste era, como señalara León Trotsky, “una caricatura reaccionaria del jacobinismo”. Paradójica pero significativamente, los rasgos típicos del fascismo en Evita más que en Perón hicieron creer a la juventud setentista que ella había estado más a la izquierda que éste.

¿Me pregunto cómo un pueblo toma como ídolo a una mujer como Eva Perón enferma de odio y venganza? A veces creo que es un problema de educación. En las marchas del orgullo, muchos gays portan orgullosos remeras con la cara del Che Guevara, ¿acaso saben que Ernesto Che Guevara tenía un campo de concentración para fusilar homosexuales, y muchos de ellos fueron asesinados personalmente por el Che? Entiendan, si lo tuvieran enfrente al Che, en vez de darles un abrazo los mataría, pero ellos lucen orgullosos su cara en el pecho.

En la historia del “peronismo de Perón”, como les gusta llamar a quienes se quieren diferenciar del kirchnerismo pero no lo logran, hay decenas de actos detestables en su mayoría protagonizados por Eva Perón.

Tal vez se haya olvidado, quizá por el tiempo transcurrido desde el cuarto de siglo de aquella múltiple apropiación de bienes privados, los robos del primer peronismo.

Aún vivía Eva Duarte, ambiciosa y poderosa, y se llevó a cabo la apropiación de grandes empresas que pasaron a ser de su propiedad.

Las empresas de que se apropió el peronismo en 1951, fueron GRAFA, empresa de Villa Pueyrredón fabricante de ropa de trabajo, Textil Oeste, que estaba sobre la ruta 3 en Isidro Casanova, la enorme fábrica Caramelos MUMU, una fábrica de perfumes, todos los bienes de la familia Bemberg, cuyo cálculo en aquel momento y con aquel peso era de la increíble (entonces) cifra de 7000 millones de pesos, entre otras.

La historia de las expropiaciones tienen que ver con odio, venganza e implantar un régimen totalitario y fascista. La fábrica de Caramelos Mumú es un claro ejemplo de esta gente que aunque estén muertos viven en el imaginario popular y siguen dirigiendo los destinos del país. Eva Perón les exigía sumas importantes “voluntarias” (ponele) a las empresas para la Fundación Eva Perón, y Mumú se nego. Ahí mismo consiguieron que el Ministerio de Salud firmara un documento donde informaban que habían encontrado en la fábrica ratas, cucarachas y demás asquerosidades. Eso llevó a que el gobierno la clausure.

El odio y la venganza de Eva Perón, dejó a muchos obreros sin trabajo que días después fueron llamados por el directorio, supongo que para hablar de la situación por la que atravesaban. Mientras los obreros esperaban, llegó la “abanderada de los humildes” vestida como reina y acompañada de unos señores de camperas de cuero negras, tipo lo que hoy llamamos “Patova”. Uno de ellos, un obeso de más de 150 kilos llamado “Costita” era quien tenía la batuta. Eva Perón se dedicó a defenestrar a los dueños, se fue y quedó Costita diciéndoles a los empleados que les conseguirían trabajo en otra empresa. La historia no cuenta si quedaron desocupados o no.

Un 4 de agosto de 1947, Jovita García Mansilla de Bemberg, esposa de Federico Otto Bemberg, fue identificada como la persona que arrojó tomates contra el automóvil que transportaba a Eva Perón por el centro de Berna durante su gira ¿triunfal? por Europa.

Hugo Gambini cuenta al respecto:

A su regreso de Europa, Evita comenzó a soñar una dura revancha: la expropiación de todos los bienes de sus enemigos más enconados. Pero en este caso lo lograría sólo después de muerta, pues las acciones del grupo Bemberg irían a parar a un cofre de valores en las oficinas de la CGT –muy cerca de ella– cuando sus restos mortales ya reposaban en ese edificio desde agosto de 1952.

La expropiación la resolvió un Poder Judicial en cuyos fallos se leía:

La Corte Suprema de Justicia de la Nación, intérprete máxima de las leyes, reconoce en Eva Perón a la suprema inspiradora de normas legislativas conducentes al bienestar, la felicidad y los derechos inalienables del pueblo.

En 1951 Perón decide expropiar el Diario La Prensa, un diario que vendía más de cuatrocientos mil ejemplares de lunes a viernes y medio millón los domingos. La población argentina entonces era inferior a 20 millones de habitantes.

La ley de expropiación pasó con comodidad en el Congreso. El peronismo era dueño de la primera minoría de manera muy cómoda en la Cámara de Diputados e incluso la totalidad de los miembros del Senado. El diputado por la Ciudad de Buenos Aires John William Cooke afirmó en la sesión del 12 de abril:

“Estamos en contra de La Prensa porque creemos que diarios de esa clase son los que han minado la base de la nacionalidad, creemos que La Prensa es uno de esos obstáculos, como hay muchos en el continente, que han impedido o demorado todas las posibilidades de reivindicaciones proletarias en Latinoamérica”.

Luego agregó:

…“estamos con los obreros y estamos contra La Prensa, porque La Prensa siempre estará, como lo ha estado hasta ahora, contra los obreros y contra nosotros”.

La operación había comenzado semanas antes. Un conflicto gremial fue la excusa perfecta para la toma. En la noche del 25 de enero de1951, la planta del diario había sido rodeada por grupos armados. La edición del día 26 no pudo salir a la calle. Poco después su director, Alberto Gainza Paz, escapó en barco hacia el Uruguay desde donde viajaría a los Estados Unidos acompañado por su hijo Máximo (que obviamente no era Kirchner).

La continuidad de la empresa le fue otorgada a la Confederación General del Trabajo (CGT). Durante una asamblea, el 2 de marzo, su secretario general, José Espejo definió a La Prensa como “oligárquica, antiargentina, antiobrera y extranjerizante, puesta al servicio de los intereses capitalistas”. La leyenda “Ahora es argentina” fue adicionada por la nueva dirección debajo del cartel de La Prensa en la sede del diario, sobre la Avenida de Mayo, donde ahora funcionan dependencia del gobierno porteño.

La historia de la confiscación de La Prensa y el manejo de los medios por parte del aparato de propaganda peronista resulta inseparable de la figura del entonces Secretario de Prensa y Difusión, el talentoso pero controvertido Raúl Alejandro Apold. Su biógrafa, Silvia Mercado, autora de “El inventor del Peronismo” (2013) reflexionó que “aún sin La Prensa, sus lectores siguieron pensando más o menos lo mismo” y que los resultados terminaron siendo contraproducentes, toda vez que “apenas aumentaron su odio” hacia el peronismo.

Mientras lo dirigió la CGT, el diario observó las consignas propagandistas del gobierno pero su director Martiniano Pazo -recordado como un excelente periodista- formalmente se atuvo a ciertas expresiones de sobriedad profesional de las que carecían otros periódicos del régimen, como Democracia, El Laborista, El Líder. Su formato y diseño eran prácticamente idénticos al original, aunque tenían más despliegue las fotos, mayoritariamente de Eva y Perón. Obviamente, La Prensa de la CGT fue un fracaso. Mercado señaló que “no la compraban los peronistas, porque la veían demasiado tradicional, ni tampoco los antiperonistas, porque su contenido no lo era”.

Pero lo más relevante del caso La Prensa fueron las consecuencias indeseables que provocaría en la imagen externa del gobierno. Una catarata de editoriales condenando la violación de la libertad de prensa en la Argentina se reprodujeron en todo el mundo. El 12 de abril de ese año, el New York Times tituló en su portada que se había consumado un “atraco contra uno de los grandes diarios del mundo”. El 6 de abril, el influyente National Press Club llamó a un día de duelo para conmemorar “la muerte de La Prensa”. El caso alimentó las peores sospechas -en este caso infundadas- sobre las motivaciones del gobierno argentino: el Washington Post editorializó el día 4 de abril que Perón buscaba “conspirar con los soviéticos dado que existe poca distinción entre los totalitarismos de izquierda y de derechas”.

Perón se arrepintió años después de la expropiación del diario La Prensa.

No solo se saqueaban a las empresas

Por esos tiempos, en General Roca, ocurrió algo que terminó con una “justicia poética”. Eva Perón no solo le sacaba dinero a las empresas, sino también a los empleados. Los empleados tenían la obligación de “donar” a la Fundación Eva Perón, el sueldo de un día al año el 17 de octubre, era también un aporte «voluntario» (ponele) a la Fundación, otro aporte más que daba a Evita, «Jefa Espiritual de la Nación», la posibilidad de atender la multitud de pedidos que recibía de sus «grasitas». A cambio -y en lo que constituía una nueva práctica en la política argentina- una multitud feliz llenaba la Plaza de Mayo los 1º de mayo -ya no el día de los trabajadores para recordar a los mártires de Chicago sino la Fiesta del Trabajo- y 17 de octubre, para vivar a sus líderes y atender sus consejos: «De casa al trabajo y del trabajo a casa». Era el comportamiento de una clase obrera disciplinada que tampoco escuchaba a los socialistas y que los patrones sabían retribuir con sus aportes.

Un empleado del Banco Nación de General Roca, que era radical, no ignoraba que negarse a aportar eso podía costarle el empleo. Pero como su padre, también radical, estaba dispuesto a respaldarlo por si lo echaban se fuera a Buenos Aires a iniciar estudios universitarios Decidió presentar una nota concebida en términos formales y respetuosos, pidiendo que no se le descontara el día. Al cabo de un par de semanas recibió la respuesta, igualmente formal y respetuosa, que le comunicaba su cesantía «por razones de mejor servicio».

Con todo, el empleado consiguió un doble objetivo: el primero fue que no pudieron descontarle el aporte, porque lo echaron antes del Día de la Lealtad, y el segundo que, roto el vínculo laboral, se pudo ir a Buenos Aires.

Obviamente, y como en el caso del dueño de Mu Mu, la superioridad ocultó el verdadero motivo del despido. Pero las «razones de mejor servicio» invocadas formaban parte del pensamiento peronista entonces imperante. Negarse a aportar a la Fundación, de hecho una institución del Estado cuyo poder encarnaba en el macizo edificio de Paseo Colón, era como resistir el pago de un impuesto. O sea que formaba parte del «buen» servicio hacer el aporte.

La reparación de la injusticia llegó, para el empleado, con la Libertadora, que lo reincorporó al banco. Y no sólo eso. También castigó al peronismo con el decreto 4.161, de marzo de 1956, considerado «una afrenta (para el sentimiento democrático del pueblo argentino) que es imprescindible borrar».

Para borrar la afrenta el gobierno libertador prohibió «la utilización, con fines de afirmación ideológica peronista… de las imágenes, símbolos, signos, expresiones significativas, doctrinas, artículos y obras artísticas que pretendan tal carácter…».

Violaban el decreto «la utilización de la fotografía, retrato o escultura de los funcionarios peronistas o sus parientes, el escudo y la bandera peronista, el nombre propio del presidente depuesto, el de sus parientes, las expresiones peronismo, peronista, justicialismo, justicialista, tercera posición, la abreviatura PP, las fechas exaltadas por el régimen depuesto, las composiciones musicales denominadas Marcha de los Muchachos Peronistas y Evita Capitana o fragmentos de las mismas y los discursos del presidente depuesto y de su esposa, o fragmentos de los mismos».

Las penas impuestas a los infractores eran de prisión de 30 días a seis años y multa de 500 a un millón de pesos (el dólar estaba a 18 pesos), la inhabilitación por doble tiempo del de la condena para desempeñarse como funcionario público o dirigente político o gremial y la clausura por 15 días o definitiva en el caso de reincidencia cuando el delito fuera cometido por una empresa comercial.

El empleado, en aquel mes de marzo de 1956, acodado sobre el mostrador de atención al público de la casa central del Banco Nación, leyó el decreto en un diario y se sintió satisfecho. Por fin había llegado la hora de la justicia.

Hoy, en el siglo XXI mientras escucho a los fiscales Luciani y Mola, me parece mentira escuchar los alegatos que me dicen que seguimos congelados en la década del 50. Pienso que los argentinos somos siempre rehenes de parejas como Bonnie & Clyde, y que el daño que hizo Juan Domingo Perón, Eva Perón, el Peronismo y los “ismos” que siguieron, solo hacen a un bello país desangrarse.

Hoy de manera rimbombante anuncian una serie en Star+ “Santa Evita”, pero Eva Perón más que Santa fue un demonio insaciable.

Es habitual la apropiación de empresas por el peronismo, y con este recordatorio se hace volver a aquel pasado, donde comenzó la destrucción de la Argentina, y que está llegando al estado de escombros en la actualidad.

Fuentes:

Juicio Causa Fernandez de Kirchner

Infobae

Río Negro

Libertad Digital

 

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About Pat Sierra 37 Articles
Periodista en Ciencia y Tecnología. Autora, Life Coach. Amo vivir en la libertad de la palabra.

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